#SaramantasEnAcción – Serie: Mujeres Defensoras frente a minería y petróleo
Autoras: Silvia Rodas, Auneka Ushigua y Felipe Bonilla
Cooordinación de investigación: Ivonne Ramos AE / Saramanta Warmikuna
Edición: Cecila Cherrez, Felipe Bonilla e Ivonne Ramos
Fotografías: Yanda Montahuano
Al caer el sol las actividades humanas en la selva terminan, los sonidos cambian y se intensifican, los pequeños insectos conforman una banda musical que envuelve la noche y que al pasar de las horas va cambiando su sonido para articular una sinfonía en varios actos. Las luciérnagas sobrevuelan titilantes uniendo destellos de luz entre el cielo y la tierra. Los cuerpos se juntan en el amor antes de volar al mundo de los sueños.
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Al cerrar los ojos se despiertan los guías del sueño, que configurando un nuevo mundo, dibujan paisajes, costumbres y regiones que se interpretan a diario al amanecer. Lo que el sueño dice es mandato para el día. Este es un mundo espiritual que advierte lo que va a pasar en la vida diurna en un modo lleno de sabiduría, mensajes, animales, personas y conversaciones; son mensajes de los espíritus y de comunicación con la naturaleza.
El pueblo Sapara ha desarrollado la capacidad de conectarse en las profundidades del sueño para construir una visión del mundo terrenal. Ubicada en la provincia de Pastaza, la Nacionalidad Sapara del Ecuador ha vivido una confrontación permanente desde las primeras amenazas colonizadoras de los españoles en la Amazonía, y su historia ha sido marcada por una constante guerra de intereses extractivos que comienzan con la búsqueda de las maderas preciosas y especies deseadas en el mal llamado “viejo continente”. La insaciable búsqueda del caucho a inicios del siglo pasado esclavizó parte de la población. Luego, la guerra de 1941 entre Ecuador y Perú separó con una línea imaginaria a las familias que antes estaban unidas por un mismo territorio.
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El último encuentro macabro con la ambición de Occidente ha sido la industria petrolera que desde la década del 50 llegó a la Amazonía con el solo objetivo de devorar todo el oro negro que exista bajo la selva. Se realizaron prospecciones sísmicas, explosiones, a lo largo y ancho del territorio. Los pájaros se asustaron viendo los cascos amarillos de los técnicos petroleros, las boas se escondieron de la maquinaria que buscaba su sangre. En la ciudad iniciaba una nueva era energética y económica; toda la industria mundial se concentraba en la quema de los combustibles fósiles para continuar su crecimiento descontrolado. Para entonces, la Nacionalidad Sapara todavía conservaba parte de las riquezas y cultura, pero al pasar los años la invasión fue arrasando; las palabras sapara retornaban a la selva y se perdían en la memoria de algún sabio anciano que todavía recuerda algunas frases. Muchos sobrevivientes fueron forzados por la iglesia a ser nombrados con otros apellidos, a vivir en otras comunidades, hablar otras lenguas, y así, poco a poco, su idioma fue desapareciendo; su riqueza lingüística está volviendo al lugar sagrado de lo innombrable, lo irrepetible, lo selvático.
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Algunas familias miraron para adentro y en el territorio se devolvieron identidad, sabiduría y ancestralidad. El encuentro y el reconocimiento de algunas instituciones vieron en la cultura un patrimonio incalculable. Así, la UNESCO, reconoció a las manifestaciones culturales como patrimonio inmaterial de la humanidad. Algunos historiadores, lingüistas y académicos escribieron diccionarios y abultados libros que cuentan la historia mágica del milenario pueblo.
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La maquinaria petrolera nunca sació su avaricia en territorio amazónico y poco a poco fue contaminando ríos, suelos y aire. Durante las primeras exploraciones encontraron poco crudo en el centro sur de la Amazonía; la inversión en infraestructura resultaba demasiado grande para que las ganancias por el petróleo puedan terminar en las arcas del Estado y las empresas.
Sin embargo, en la década de los 80 encontraron varios pozos petroleros en lo que se conoce como bloque 10, concesionado a la empresa petrolera italiana AGIP – ENI, ubicado en la cuenca del río Villano, ancestralmente territorio Sapara. La población Sapara contrajo matrimonio con población Achuar que migró hacia este territorio; mientras la evangelización y la colonización hizo que ya no se reconozcan como miembros de esta nacionalidad y a quienes en el 92 el estado ecuatoriano reconoció un territorio propio: La Comuna Morete.
La presencia de la empresa AGIP generó un gran conflicto comunitario. Cuando inició la exploración petrolera en esta zona, se dio una violenta guerra en la década del 70 entre Kichwas de Sarayaku y la población kichwa de Moretecocha, capital de la Comuna Morete. Hijos de los abuelos que pelearon en esta guerra nos cuentan que veían a sus padres prepararse en las noches para ir a “proteger su frontera”, tomaban las armas, se pintaban y se despedían de sus hijos esperando volver a la noche siguiente. Cuentan por lo bajo, como si fuera un secreto, que la provisión de armas venia de la empresa petrolera. Para la empresa, decir que la guerra era un conflicto interétnico era la estrategia perfecta para ocultar su intervención. La frontera que se “defendía” era la del pozo petrolero Landayaku que ella pretendía explotar.
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El territorio Sapara y el centro sur de la Amazonía ecuatoriana tuvieron un tiempo turbulento después de la exploración. Algunas empresas intentaron ingresar en el territorio de Sarayaku pero se encontraron con un pueblo que luchó contra el intervencionismo petrolero. Todavía, como buitres esperando un desenlace fatal, occidente tiene la mirada del Estado puesta sobre las copas de sus árboles.
En 2012 el gobierno nacional decide iniciar una feria de bloques petroleros de más o menos 200 mil hectáreas cada uno en un territorio de más de tres millones de hectáreas. La avaricia humana cuadriculó la selva y cada uno de estos bloques fueron ofertados a nivel internacional para que alguna empresa lo explote (desconociendo que son territorios de pueblos o nacionalidades y son bosques donde las comunidades sostienen su vida). Los bloques 79 y 83, en el territorio Sapara, fueron entregados al consorcio petrolero chino Andes Petroleum.
El gobierno armó un gran operativo para desarmar el tejido social de las comunidades y con engaños y chantajes logró parcialmente ingresar en las comunidades para validar la consulta a la que estaba obligado el Estado. Sin embargo, muchas comunidades, pueblos y nacionalidades fortalecieron su resistencia al ingreso de las empresas petroleras, entre ellas la nacionalidad Sapara.
La nube negra se acercaba peligrosamente con sus mecheros de muerte. Frente al peligro, los abuelos y abuelas se sentaron frente al fogón y vaticinaron la extinción de la nacionalidad Sapara si ingresaba la industria petrolera. Por esto, los jóvenes levantan la voz de resistencia al petróleo como defensa de la vida y la identidad. Gritan al mundo sobre la importancia de cuidar la selva amazónica y logran que el mundo regrese a ver lo que está pasando en este inmenso mar verde.
El hogar de millones de seres y espíritus está en peligro, por la perversa lógica petrolera que pretende quitarles lo que les queda. Con el auspicio del gobierno, a través de sus proyectos colonizadores, las empresas buscan dividir las tierras, crear dirigencias de papel y encontrar quien les abra el camino para la explotación.
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UN CUENTO PERVERSO
En la selva el sonido es eterno, el silencio se esconde en el interior profundo del río. El viento sacude las hojas de los árboles, algunas caen y comienzan a ser devoradas por las hormigas. Millones de pájaros se saludan en la mañana, en la tarde y en la noche. El fuego en la madera chispea mientras monos aulladores se gritan entre los árboles. Todo suena. Por eso cuando el silencio aparece es para que la naturaleza hable, es la advertencia suprema. Entonces, los espíritus cuentan y los shamanes son llamados para escuchar el silencio. En la indómita selva, la vida y la muerte están en un vaivén despiadado, cada árbol podrido por dentro aguarda caer tranquilo, pero su tronco puede alcanzar a algún cazador; en cada refugio de serpiente puede pasar un pie desnudo comprando un pasaje directo para el encuentro con Piatsaw1. Los espíritus del río a veces piden sacrificios de niños y se los van llevando cuando sus padres ni hermanos miran. Los jaguares asechan y defienden su territorio con garras y dientes que desangran sin piedad ni dulzura.
En la selva la vida pende de un hilo, pero la humanidad que allí se asienta con su luz y oscuridad, vive, se reproduce, cambia; pero a veces la oscuridad propia es aumentada por la sombra de la ciudad, de la civilización, del dinero. La esperanza sombría del progreso también nubla los corazones selváticos. Las amenazas aumentan, las agresiones al territorio también. Desde la firma del convenio de inversión social en el territorio Sapara, que se asentó con una dirigencia chantajeada por el Gobierno nacional y la Secretaría de Hidrocarburos, irónicamente responsable de realizar la “consulta previa, libre e informada”, la violencia en el territorio aumentó.
Desde ese momento, mujeres de la nacionalidad se encargaron de registrar gran parte de las agresiones que se vivían dentro de las comunidades. Gloria Ushigua y Rosa Dahua conectaban con el interior de la selva escuchando las comunicaciones de radio UHF y evidenciaron un incremento de la violencia dentro del territorio. Realizaron denuncias en la Fiscalía y a la Defensoría del Pueblo y buscaron pruebas para evidenciar la conexión de estos acontecimientos con la avanzada petrolera. Una enorme cantidad de acciones extrañas generaron un estado de terror dentro del territorio; varios intentos de asesinato, robos, avistamiento de personas foráneas, incluso dos asesinatos, se registraron en comunidades del territorio Sapara en un tiempo relativamente corto.
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HISTORIA DE UNA PRESIDENCIA BOICOTEADA
Para una mujer generalmente es difícil acceder a espacios de liderazgo porque el poder tiene terror a la mujer que no tiene miedo, más aún si su postura va en contra del poder patriarcal, y podría hacerle perder su posición de jerarquía y superioridad. Y cuando quien cuestiona viene acompañada de respaldo moral, ético y político basado en la mirada cuidadosa de su pueblo, no existe poder estatal, humano ni espiritual que pueda detener los cambios que vienen con ella.
Nema Grefa fue electa presidenta de la Nacionalidad Sapara del Ecuador (NASE) no una, sino tres veces. La NASE tuvo tres congresos eleccionarios, ya que cada vez que se elegía a su flamante presidenta, hubo algún avispado que queriendo mantenerse en algún espacio de poder impugnaba su elección ante el Estado ecuatoriano, que en complicidad anulaba la elección. Los intentos de registrar la elección fueron rechazados por la Secretaría de la Gestión de la Política (SGP), ente rector de las organizaciones sociales del país. Finalmente se presentó una acción de protección con medidas cautelares en contra de esta Secretaría demostrando que las actuaciones realizadas por este organismo habían vulnerado los derechos de autodeterminación de la Nacionalidad Sapara.
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Y es que la actuación de la SGP respondía directamente a los intereses del Estado ecuatoriano. Poco después de la primera elección y el pertinente trámite de registro institucional, el Estado ecuatoriano recibió una carta con 36.000 firmas de respaldo a la Nacionalidad Sapara que solicitaba que se anulen los contratos con la empresa petrolera Andes Petroleum. Esta carta fue el detonante de la primera vulneración de derechos por parte de esta institución puesto que, al preguntar a su presidenta, ella les respondió que estaba de acuerdo con esa carta y que quería que se anulen los contratos con la empresa. Pocos días después la Secretaría dio cabida a una impugnación presentada por un antiguo dirigente de la nacionalidad que había firmado un acuerdo de inversión entre la Nacionalidad y la Secretaría de Hidrocarburos; hecho que demuestra cuáles pueden ser las estrategias del Estado frente a sus obligaciones de legalización de las organizaciones sociales.
Pero la historia no queda ahí. El Estado no solo vulneró los derechos de la Nacionalidad, sino que hasta el día de hoy finge no ver ni oír las denuncias presentadas sobre las amenazas de muerte perpetradas contra la presidenta Nema Grefa por parte de personas que decidieron impunemente amenazarla con lanzas en un video subido a redes sociales. En el video se puede observar a personas con lanza en mano, diciendo directamente a la cámara que la presidenta debe renunciar o ellos acabarán con su vida; posteriormente llegaron a la casa del padre de Nema a advertirle que si ella no renuncia inmediatamente ellos la violarían. Esta amenaza tenía un plazo de seis meses. Después de cuatro años y un período de gobierno de la Nacionalidad, la denuncia presentada en la fiscalía todavía se abriga en algún cajón viejo de la oficina policial.
El miedo no paralizó a la presidenta quien tomó las riendas de su situación y emprendió un gobierno legitimado por la población llegando a dialogar con todas las comunidades de la Nacionalidad, fortaleciendo las redes de apoyo y haciendo un trabajo equilibrado y equitativo para todas las comunidades.
EL TERRITORIO EN PELIGRO
La nacionalidad Sapara vivió en carne propia el intento del Estado de apropiarse de su territorio utilizando testaferros que se autonombraron dirigentes. En el año 2020 el Ministerio de Agricultura y Ganadería del Ecuador inició un proceso de expropiación del 70% del territorio, en la oscuridad del entramado administrativo. Sin consultar a los verdaderos propietarios del territorio y sin justificación válida, decidió cambiar el nombre del titular de propiedad de la gran casa Sapara. Este no fue la primera vez que la empresa petrolera Andes Petroleum intentó ingresar para “dialogar” con las comunidades.
El extractivismo en los territorios amazónicos no tiene una sola cara; al asecho se esconden los programas revestidos de progreso. La carretera, serpiente ondulada del desarrollo, también está a la de vista de la comunidad de Llanchamacocha. Fue ofrecida por el prefecto de la provincia de Pastaza como una de las grandes promesas para el “desarrollo” de las comunidades; sin embargo la comunidad, los abuelos y la gente saben que el camino de la vida va por una vereda no asfaltada. Los abuelos lo dijeron al leer los sueños: “esta gran boa no es algo bueno”, su boca grande se comerá a los árboles mayores y a los animales con los que viven. La pelea parece que no va a ser fácil puesto que esta será una de las vías de acceso para la ampliación de la frontera petrolera en los campos petroleros del bloque 10, en manos de la empresa que compró los activos de la ENI, la empresa argentina Plus Petrol.
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Esta carretera amenaza a la existencia Sapara, que en gran medida depende de la re afirmación de la identidad, y al encontrar una ruta directa de comunicación con el exterior todo se verá fuertemente afectado. Cada vez que la operación de colonización cultural se ponga en marcha a dos carriles, no existirá cinturón de seguridad suficiente frente a la aculturación y la peligrosa ampliación petrolera del bloque 10 con la perforación del pozo Oglan que se encuentra en las nacientes del río Jandiayaku.
Otro peligro que sobrevuela las comunidades Sapara es el madereo de la Balsa, madera maravillosa que es buscada por agentes pagados por las exportadoras de madera, que la buscan por su peso liviano para la industria de la energía eólica. La panacea de la “transición energética” ha llegado con fuerza a los países desarrollados, para que pinten de verde sus mugrientas fachadas llenas de despojo de los bosques nativos ecuatoriales donde se encuentran las poblaciones silvestres de este árbol.
China, uno de los países con mayores indices de crecimiento económico del mundo, importa del Ecuador la mayor parte de la madera de este árbol para transformarla en enormes aspas de aerogeneradores. Molinos contra los que ni siquiera don Quijote se atrevería a pelear. Y es que los peones de estos monstruos de 60 metros de altitud han provocado la deforestación de miles y miles de hectáreas de balsa en suelo ecuatoriano, y han intentado ingresar a territorio Sapara. Trataron de convencer a los dirigentes ofreciéndoles dinero, electricidad y puestos de salud para las comunidades, derechos fundamentales que debería garantizar el gobierno ecuatoriano. Sin embargo, se lucha contra la invasión del territorio. La sabiduría ancestral dice que los árboles de balsa cuidan a las poblaciones ribereñas puesto que por el río transitan espíritus que pueden ingresar a la población si esta no está protegida por el árbol de balsa.
Los sueños Sapara mantienen la tradición y la mirada sobre el futuro y el presente del mundo real y el mundo espiritual. La puerta se abre cuando la luz se apaga, se enciende el fuego onírico que lleva por los caminos ancestrales de sus recuerdos, de las imágenes de dioses que desde lo profundo de la selva se comunica con ellos.
1Piatsaw es el Dios Sapara.
Esta historia forma parte de una serie donde contaremos, desde nuestra mirada y nuestros cuerpos, la resistencia que hemos realizado en contra del extractivismo en Ecuador. Esta idea surgió en el encuentro de Saramanta Warmikuna que se realizó en la ciudad de Quito.
Agradecemos a Setem, Kairos, Entre Pueblos y Amazon Front Lines por apoyar estas iniciativas para seguir construyendo y compartiendo entre mujeres de los diferentes territorios.